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miércoles, 15 de diciembre de 2010

El dragón y la estrella

Dedico este cuento a Yishana, la luz que me ilumina.

En un acantilado del bosque, rodeado de colinas, vivía un joven dragón plateado. El dragón aún en crecimiento dormía todo el día, pero por la noche despertaba y salía de la cueva entre la niebla para estirar sus alas y jugar creando volutas y carámbanos en la niebla.

Una noche empezó a soplar viento repentinamente y la niebla se disipó sin que se diese cuenta. El dragón se asustó al verse privado de su abrigo, pero pasado el sobresalto inicial, miró asombrado todo lo que había a su alrededor más allá de cueva. Balanceó su largo cuello a uno y a otro lado y se maravilló en cómo las cimas boscosas plateadas se parecían a su piel. Luego estiró el cuello hacia arriba y descubrió el cielo de la noche plagado de infinidad de puntos de luz. Y entre los puntitos de luz y la gran mancha blanca que cruzaba la bóveda celeste, se enamoró de una estrella.

Se la quedó firando fijamente toda la noche hasta que empezó a salir el sol y todas las estrellas se borraron del cielo. Continuó observando varias horas por si aparecía, pero el sueño le vencía y tuvo que retirarse a dormir.

Horas más tarde despertó bruscamente con un ronquido y a prisa y corriendo sin apenas comer ni una estalagmita pequeña, salió de la cueva y buscó su estrella. Pero la niebla lo cubría todo y empezó a rugir desesperado. Finalmente volvió a la cueva a dormir, triste.

Así pasaron los meses, hasta que se volvió a dar la casualidad de que sopló un viento fuerte y por fin el dragón plateado volvió a ver a su estrella y le cantó toda la noche hasta que el sol se la llevó.
La cueva del dragón estaba protegida de los vientos porque a los dragones plateados les gusta ocultarse en la niebla. Por eso apenas había noches de fuerte viento. A lo sumo una o dos cada año. En esas noches el dragón cantaba a la estrella y jugaba a devolverle sus destellos con el reflejo de sus relucientes escamas metalizadas. Luego se retiraba a dormir triste y se mantenía alerta a la siguiente noche de cielo despejado.

Un día comprendió que era el viento quien disipaba la niebla e intentó despejarla con fuertes aleteos. Pero como de hecho la niebla emanaba de su cuerpo y de su aliento, cuanto más fuerte aleteaba, más fuerte respiraba y más niebla creaba. Y lo que era peor, cuando dormía, la magia de su cuerpo creaba niebla a su alrededor para ocultarle y protegerle.

Así pasó el dragón las décadas, esperando noches despejadas para ver a la estrella y jugando con la niebla como solía hacer antes, aunque con un ojo atento a las alturas. Esta espera fue feliz y no angustiosa como la primera. Se deleitaba con el candor estelar todas las noches que podía y bailaba radiante.

Una noche, sus alas ahora fuertes y recubiertas de resistentes escamas, le elevaron accidentalmente del suelo. Descubrió cómo volar.

Olvidó por unos instantes a la estrella y voló, planeó e inventó piruetas. Pasada la euforia inicial, sus pensamientos volvieron a la estrella y quiso volar hasta ella y tocarla. Era una noche de niebla de nuevo, pero sabía de sobras qué dirección seguir. Emprendió el vuelo y fue a su encuentro, dejando atrás su cueva.

Hace muchos siglos que esta historia tuvo lugar. Pero las noches de cielo despejado, aún es posible ver al dragón que vuela hacia la estrella, con su luz reflejada en sus escamas plateadas.

4 comentarios:

  1. uooooooooooooooo!!! pero queeeeeeeeeeeeee monooooooooooooooooooooooo!!! ti!! ahora te quemoneo yo!!!! me ha encantado!!! mmmm pero esto me recuerda algo... a cierto dragon white que también encontró a su estrellita!!! me equivoco??? *wiw

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  2. Estais de un quemoneable ultimamente... ¿Por qué será? :)

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  3. será la navidad??? será el fin de año??? será que semos frikis?? xD mmmmm ya se!!!! pq somos somiaus gatunos!!!!! xDDDDDD

    PD: anda sed comprensivos... tenemos una fase tonta... será por los nuevos acontecimientos??? :D muackas!!!

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