Hace ya varios años que varias personas han tomado conciencia que los alimentos no tienen el aspecto que deberían, el olor que deberían, el tamaño que deberían, el sabor que deberían ni siquiera el precio que deberían.
La carrera agrícola/ganadera/pesquera por obtener piezas vendibles lo más grande y tantas como sea posible ha llevado en muchos casos a colocar en el mercado alimentos de calidad media. La población, conformista por naturaleza, se agolpa ansiosa por comprar haciendo distinciones entre los fabulosos productos de marca y los sencillos pero prácticos productos en marca blanca. Pero una minoría ha salido de su sopor mediático y ha comprendido el fallo en matrix. Eliminando los factores modernos, han creado un nuevo tipo de alimentos; los ecológicos.
La carrera agrícola/ganadera/pesquera por obtener piezas vendibles lo más grande y tantas como sea posible ha llevado en muchos casos a colocar en el mercado alimentos de calidad media. La población, conformista por naturaleza, se agolpa ansiosa por comprar haciendo distinciones entre los fabulosos productos de marca y los sencillos pero prácticos productos en marca blanca. Pero una minoría ha salido de su sopor mediático y ha comprendido el fallo en matrix. Eliminando los factores modernos, han creado un nuevo tipo de alimentos; los ecológicos.
Los alimentos ecológicos prescinden de buena parte de la química que se ha diseñado específicamente para su cultivo masivo. Lo que son las cosas, tantos avances para alimentar a un planeta superpoblado se dejan de lado en pro de una calidad de vida.
Este movimiento, popularizado con la etiqueta de ecologismo y el lema "el puchero de la abuela", ha provocado la aparición de oportunistas. Como las granjas no productivas (subvencionémoslas), los intermediarios y un séquito de falsos entendidos que se llenan la boca con palabras de las que medio comprenden su significado.
¿Y ahora a qué llamamos productos ecológicos? ¿A los que han sido cultivados sin abonos químicos? ¿A los que crecen de semillas sin certificar? ¿A los que se escapan de la panacea transgénica? ¿A las reses engordadas artificialmente? ¿A los que no han sido tratados con pesticidas? ¿A los que llevan en la caja la etiqueta ecológica? ¿A la comida de verdad? ¿A la no sometida a un hipersueño en una cámara congeladora?
Es posible que los alimentos ecológicos proporcionen una mejor calidad de vida. Al fin y al cabo estamos sometidos a ruidos que alteran nuestro sistema nervioso, radicales libres que envejecen, campos electromagnéticos que aumentan la posibilidad de un cáncer y una vida sedentaria. Eliminar uno de los factores que puede matarnos parece buena idea.
¡¡Buen provecho!!